Declaración de principios

I. Somero diagnóstico del medio editorial

La facturación de 2017, tanto de libros impresos como digitales, representó, según estadísticas de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), la cantidad de 10 125 millones de pesos. Si el producto interno bruto (PIB) del mismo año fue de 20 billones 704 mil millones, esto nos indica que la participación del medio editorial de libros representó, en números redondos, apenas 0,05 por ciento del PIB, lo que indica una bajísima proporción en la actividad productiva del país. La industria editorial española, por ejemplo, participa con 5 por ciento de su PIB.

              Los resultados de cuánto lee el mexicano al año fluctúan entre 1,6 a 5 libros, según estimaciones propias y de la Encuesta Nacional de Lectura, frente a los 52 que lee un escandinavo. Y por si fuera poco estos indicadores no consideran si se lee el libro completo, sólo fragmentos o se abandona después de algunas páginas, y qué se comprende de lo leído. La lectura es apenas la quinta actividad de la preferencia de las personas, muy distante de la búsqueda de entretenimiento o ver televisión, practicar algún deporte, realizar convivencia con familiares o amigos y escuchar radio o música.

              Nuestro sistema educativo no forma lectores. Se suceden grados escolares y no se fomentan la lectura ni la escritura, salvo por algunos programas de la SEP y la iniciativa aislada de ciertos maestros y profesores.

              Por otra parte, 96 por ciento de los municipios de México no cuenta con ninguna librería. Más de la mitad de los adultos mexicanos no ha entrado jamás a una librería o biblioteca.

               Se pueden enumerar cuatro grandes impedimentos que lastran la expansión de la lectura, y por consiguiente de la actividad editorial: 1. Falta de hábito de la lectura. Su solución implica la intervención del sistema educativo, de todos los grados, así como programas transversales y nacionales de fomento a la lectura y la escritura a través del conjunto de los medios y con metas a largo plazo. 2. Rezago educativo. Según las administraciones que emprendan los estudios, el mexicano cuenta en promedio con entre seis y ocho años de escolaridad. No puede presentarse gran actividad editorial con bajos niveles educativos de la población. 3. Baja capacidad de compra. El peso ha perdido más de 80 por ciento de su capacidad de compra frente a la de los años setenta y ochenta. No resulta posible gestar un incremento importante de la actividad editorial si las personas no tienen más dinero en la bolsa. 4. Falta de estímulos fiscales y apoyos efectivos estatales a las editoriales en su conjunto.

              Esta situación obliga a tomar medidas trascendentes, a profundidad y con la participación de diversas instancias: sistema escolar, universidades, medios de comunicación, instituciones político-sociales, secretarías de cultura, organismos de los tres niveles de gobierno, editoriales de todo signo, tipo , propósito y tamaño, y desde luego sus gestores y profesionales.

              Se necesita la intervención decidida de los trabajadores de la edición y sus editoriales para que, en conjunto y con las agrupaciones ya constituidas, se emprendan medidas que consoliden y propicien el crecimiento del medio editorial.

II. Importancia del medio editorial

“La lengua es el patrimonio intangible más importante de una nación”, afirmó en una entrevista (Excélsior, lunes 24 de junio de 2019, p. 34) Gonzalo Celorio, director de la Academia Mexicana de la Lengua. Benedetto Croce había sostenido que “los pueblos piensan en su lengua”. Juan José Arreola, en La palabra educación, expresa que “El lenguaje modela el espíritu, que a su vez modela al lenguaje. Nuestro modo de hablar es nuestro modo de ser. El espíritu sólo puede ampliarse en términos de lenguaje”. El connotado filósofo y lingüista Ludwig Wittgenstein sostenía: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”.

              Así, la lengua y la actividad editorial, que compendia y divulga el cúmulo de conocimientos de todos los órdenes del ser humano y del mundo, resultan no solamente factor estratégico fundamental para el desarrollo de la nación sino que también constituyen un elemento indispensable para su defensa. Así como se guardan fronteras, la actividad editorial constituye una línea intangible de riqueza y tradición culturales del país, de su manera de ver el mundo y la vida, de razonar y decidir, que también debe defenderse, ya que es parte del cerebro y corazón del país.

III. Quiénes somos

A partir de la decisión de convocar encuentros por disciplinas culturales, para llevar a cabo diagnósticos y planes de trabajo concretos, por la Coordinación Cultural Cuarta Transformación (organismo creado a partir del Primer Encuentro de Cultura Cuauhtémoc, de Ciudad de México, realizado en junio de 2018), se constituyó el grupo de autores, investigadores, traductores, editores, correctores, diseñadores editoriales, diagramadores, formadores, fotógrafos, ilustradores y demás profesionales de la labor editorial, que, en la reunión llevada a cabo el martes 28 de mayo de 2019, en la sede de la Caniem, acordó, de entre 35 propuestas, el nombre de nuestro organismo: Trabajadores de la Edición.

IV. Misión

Promover, profesionalizar y dignificar la labor editorial y la de sus actores y gestores. Tratará de ser red y enlace entre organizaciones editoriales constituidas (Caniem, Editamos, LEI, libreros independientes, Ametli, Círculo de Traductores, Instituto del Libro y la Lectura, y otras), así como entre universidades públicas y privadas, secretarías de cultura de los tres niveles de gobierno, Secretaría de Educación Pública, Conaliteg y otras instituciones oficiales que tienen que ver con la actividad editorial, y agrupar a personas físicas y morales en esta nueva organización, la cual, desde su carácter transversal, colectivo e independiente, emprenderá actividades de fomento a la lectura y la escritura propias, coorganizadas o apoyará otras en bien del medio editorial y de sus profesionales.

              Seremos críticos constructivos ante los procedimientos y políticas editoriales públicas y privadas, siempre en busca del beneficio de las editoriales y de los profesionales que las hacen posible.

V. Visión

En la medida en que logremos reconocimiento, prestigio y fuerza, en esa medida emprenderemos campañas por la apreciación del libro y las publicaciones, que éstos se conviertan en objetos de consumo cotidiano, más allá de obligaciones escolares de todo nivel.

              Propondremos políticas fiscales y hacendarias que apoyen el medio editorial, como considerar las publicaciones con tasa cero del impuesto al valor agregado (IVA). Incluso que para empresas no culturales, de los impuestos sobre la renta, pueda justificarse hasta 10 por ciento de éstos brindados a proyectos editoriales o culturales. Que las editoriales transfieran parte significativa de impuestos sobre la renta a inversiones de nuevos proyectos, a reinversiones.

              Nos preocuparemos por profesionalizar a los participantes del gremio y a personas interesadas en incorporarse a la labor editorial.

VI. Valores

Profesionalismo, comunicación, fraternidad, interlocución, armonía, respeto y honradez constituyen los valores principales que fomentaremos no sólo entre los miembros de Trabajadores de la Edición sino también entre el medio editorial en su conjunto. Por ejemplo, divulgaremos la propuesta de un tabulador de servicios con precios mínimos y máximos del mercado editorial profesional, que pueda servir de referente tanto al que desempeña un servicio como a quien lo solicita. Normalizar las tarifas del medio brindará un estándar profesional en beneficio de todos.

              Un aspecto muy importante será la capacidad que logremos de interlocución con los organismos e instituciones que directa o indirectamente participan en la cadena del libro y las publicaciones.

VII. Principales objetivos

1.Crecer y revalorar el trabajo editorial en todos sus aspectos; 2. Hacer del libro y las publicaciones productos de uso cotidiano de consumo: lejos de ser imposiciones ni castigos escolares, como tampoco objetos de culto; 3. Que los lectores puedan enriquecer su visión del mundo y de la vida, personas críticas e informadas en los diversos campos del conocimiento; 4. Incrementar la presencia del libro y las publicaciones en los espacios donde se encuentren, se reúnan o transiten posibles lectores; 5. Profesionalizar nuestro medio y a sus gestores; 6. Normalizar o estandarizar procedimientos de la labor editorial, así como sus tabuladores de servicios y precios; 7. Relacionar e interconectar la actividad editorial, su divulgación, las presentaciones de obras, la creación textual, con otras disciplinas de expresión, como artes escénicas, música, artes plásticas, cine, video, multimedios, performances y otras; 8. Influir en las políticas educativas y culturales que favorezcan nuestros objetivos y meta; 9. Impulsar la constitución de secciones de Trabajadores de la Edición en otras ciudades de México y América Latina donde tengamos contactos y se despierte el interés por construir organización.

VIII. Meta

Consolidar y hacer crecer nuestra actividad editorial de tal forma que se trascienda su bajo volumen y presencia en la actividad económica y cultural, que su influjo se vea en el desarrollo del país y en la conciencia de sus ciudadanos, y que el desempeño de Trabajadores de la Edición prospere en otras latitudes hermanas.

Arturo Ahmed R., Rosana de Almeida, Mariana Ayala, Oswaldo Barrera Franco, José Alfredo Cabrera, Graciela Chávez Olvera, Albeliz Córdoba, Darío Escalante, Angélica Delgado, Luis García Gascón, Raúl Glitberg, Luis Antonio Gómez, Miguel Ángel Guzmán, Laura Ilarraza, Ivonne Jiménez, Minerva Juárez Ibarra, Maritza Macín, Silvia Medina Gallardo, Antonio Méndez García, Teresa Rodríguez, Víctor Portillo Rodríguez, Mariana Rodríguez, César G. Romero, Fernando Triano, Jorge Triano Martínez, Jorge Aarón Triano Jiménez, Francisco Vargas, Raúl Velázquez M., Alejandro Zenker, Laura Zúñiga Orta.